En el taller de Soledad Grunet escuché una frase que quedó grabada en mi mente: “Cuando uno está en una relación tóxica no está enamorado, está drogado”. Esta afirmación, tan directa como reveladora, invita a reflexionar sobre lo que realmente sucede en nuestro cerebro cuando estamos atrapados en una relación dañina.
En el taller de Soledad Grunet escuché una frase que quedó grabada en mi mente: “Cuando uno está en una relación tóxica no está enamorado, está drogado”. Esta afirmación, tan directa como reveladora, invita a reflexionar sobre lo que realmente sucede en nuestro cerebro cuando estamos atrapados en una relación dañina.
A nivel cerebral, las relaciones tóxicas desencadenan un ciclo químico que, en lugar de fomentar el amor saludable, crea una especie de adicción emocional. Este círculo vicioso se sostiene a través de la segregación de cuatro sustancias principales:
Dopamina:
Se libera en respuesta a sensaciones placenteras, creando un circuito de recompensa que nos lleva a buscar más de lo mismo, incluso si lo que obtenemos es dañino.
Oxitocina:
Surge del contacto físico, generando una sensación de confianza y seguridad que puede resultar engañosa cuando la relación está llena de altibajos emocionales.
Cortisol y adrenalina:
Estas hormonas, asociadas al estrés, activan mecanismos de alerta y miedo que mantienen a la persona en un estado de hiperactividad emocional.
La combinación de estas sustancias crea una montaña rusa emocional que refuerza la dependencia y dificulta romper el vínculo, incluso cuando somos conscientes del daño que nos hace.
Estar en una relación tóxica no solo afecta la mente, sino también el cuerpo y el espíritu. Entre los principales efectos se encuentran:
La ilusión del cambio:
Pensamos constantemente que la otra persona va a cambiar, pero esa transformación nunca llega.
Freno al crecimiento personal:
La relación se convierte en una barrera que impide desarrollarnos y explorar nuestro potencial.
Más dudas que tranquilidad:
En lugar de sentir seguridad, vivimos en un estado constante de incertidumbre.
Sacrificios constantes:
Para mantener la relación, se realizan sacrificios que afectan la autoestima y el bienestar.
Miedo y culpa como motores:
Las decisiones dentro de la relación suelen estar impulsadas por el temor o el sentimiento de culpa, no por el amor genuino.
Desgaste emocional:
La relación demanda demasiada energía y genera un malestar constante, afectando incluso la salud física.
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La travesía – Meredith Miller Un enfoque profundo y empático que te ayudará a comprender los patrones de las relaciones tóxicas y te dará estrategias para liberarte de ellos.
Cómo llevar a cabo el contacto cero y establecer límites – Olga Fernández Txasko Una guía imprescindible para implementar el contacto cero, establecer límites claros y recuperar tu poder personal.
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Recuerda: No estás solo, y pedir ayuda es un acto de amor propio.